Adelante, disfruta leyendo, como nosotros lo hacemos dándole vida a la historia.
EL PRÍNCIPE INCOMPRENDIDO
En un país no tan lejano, hace
mucho tiempo, vivía el Rey Goikuda, viudo desde hace varios años y padre de un
hermoso príncipe llamado Alejo.
El Rey soñaba con casar a su hijo con una bella
princesa de un reino respetado. Por eso, cuando Alejo le dijo que estaba
enamorado de su criado Eneas, fue tal el enfado del Rey Goikuda que expulsó al criado del reino y convirtió a su
hijo en serpiente, encerrándolo en lo más alto de la más alta torre del
palacio.
El criado le prometió a Alejo que volvería para
rescatarle y emprendió un viaje por varios mundos en busca de una pócima
con
la cuál devolver a su amado príncipe a la forma humana. Pasaban los días y el
príncipe seguía encerrado en su torre en forma de serpiente. Su padre solamente
le quitaría el castigo si una princesa le besaba de corazón y Alejo respondía a
ese beso de manera sincera. Este acuerdo se rompería al cabo de un año y si
Alejo no lo cumplía se quedaría así… para siempre.
Un día, mientras el criado iba paseando por un
frondoso bosque, se encontró con unas misteriosas puertas. Cada una de ellas
dirigía hacía un lugar mágico. Eneas decidió tomar la primera puerta y se
encontró en un bonito lago rodeado de enormes árboles. Allí, en el hermoso
lago, vio unos peces entrelazados en unas redes. Eneas que era un gran amante
de la naturaleza, sintió lastima por ellos y se las quitó. Los peces se lo
agradecieron. Después de esto, Eneas entró en la segunda puerta y llegó al
Hogar de las Hormigas. Como las hormigas eran tan trabajadoras y habían
recorrido todo el mundo en busca de comida, le dijeron a Eneas que ellas sabían
dónde podría encontrar lo que estaba buscando: la pócima la tenía un pato
llamado Raskut. Pero las diminutas
hormigas le advirtieron que tuviera cuidado porque era un pato muy malvado, con
alas de dragón. El criado les dio las gracias a sus nuevas amigas y siguió su
camino por el frondoso bosque, ¡le daba miedo abrir más puertas!.
De
nuevo, Eneas se vio solo caminando por el bosque. Pero esta vez estaba muy
preocupado, y no hacía más que preguntarse quién le podía ayudar a arrebatarle
la pócima al temible Raskut . Lo repetía una y otra vez en voz en grito:
“¿Quién me ayudará?, ¡Ay, pobre de mí!”. Los gritos desesperados de Eneas
llegaron a oídos de unos cuervos. Los cuervos le dijeron que le prestarían su
ayuda si hablaba con la Madre Naturaleza, pues llegaba el invierno y
necesitaban árboles frondosos para sus polluelos. Eneas se fue a hablar con
Madre Naturaleza, quien le dijo:
-
“Eneas tú has sido respetuoso con la naturaleza.
Por haber ayudado a esos pobres peces, te concederé lo que pides. Diles a los
cuervos que las encinas que están
alrededor del lago conservarán sus hojas para siempre. Allí tendrán su
hogar”.
Eneas se lo agradeció y fue a decírselo a los
cuervos, quienes se alegraron muchísimo por la noticia y enseguida viajaron al
País de Raskut, el malvado pato. Los cuervos, al trabajar en grupo, lograron
conseguir la pócima que curaría al príncipe Alejo. Esta pócima era un pastel y
todo el que comiera de él conseguiría lo que deseaba con el corazón. Eneas
volvió al País del Rey Goikuda y le dio de comer a Alejo de la pócima. Poco a
poco fue desapareciendo su piel escamada, y cuando terminó la última miga del
pastel volvió a ser el hermoso príncipe que era antes.
El rey Goikuda, al fin, se dio cuenta del gran amor
de Eneas hacía su hijo, ya que sabía lo
peligroso que era conseguir esa pócima a la que solo se llegaba si se sentía
amor de verdad. Además, Goikuda pensó que si la madre naturaleza estaba de
acuerdo en que Eneas y Alejo se quisieran quien era él para interponerse.
Y a partir de entonces, viven los tres juntos en el
palacio rodeados de sus amigos los peces, los cuervos y las hormigas.
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